Cuando era chico Juan Maggi contrajo poliomielitis, una enfermedad infecciosa que ataca el sistema nervioso causando atrofia muscular, parálisis e incluso deformidad. Lejos de desanimarlo, empezó a moverse con las bicicletas impulsadas a mano, dando su ingreso al deporte. “A mis 37 años sufrí un infarto”, cuenta. “Y tuve dos opciones: ser un jubilado o amigarme con la vida. Y el Negro Canata, un gigante del deporte, me ayudó a moverme en el deporte. Y así fue como un día le dije: “Vamos a correr el Maratón de Nueva York”. En casa me miraban como un loco. Un año más tarde crucé la meta del Central Park”.
En el año 2013, Juan Maggi volvió a caminar. Fue uno de los primeros en el mundo en colocarse unas prótesis (más bien un exoesqueleto) llamadas C-Brace que le permitieron ponerse de pie y moverse mejor.
Hoy, con 53 años, este cordobés acaba de cumplir con el sueño acunado desde muy chico de trepar al Himalaya. “Pedalear con las manos y subir a la cordillera más alta del mundo representaba mi sueño, mi pasión y la posibilidad de dejar todos mis fantasmas atrás. Era reencontrarme con mi cuerpo. Fue una felicidad impresionante”. Sobre su experiencia comentó que “allá arriba se duerme en carpa, se come mal, te bañás poco y nada, la comunicación es escasa. Hicimos una película. Fue fabuloso. Incluso, un día me confundí la cantimplora para beber agua con la de hacer pis. La altura es terrible. Cuatro días tardamos en llegar al Himalaya con el grupo, después de una escala en Nueva Delhi. Es la cordillera más grande del mundo y abarca cuatro países. La altura es toda adversa y pedalear hacia arriba se te hace muy pero muy cuesta arriba. Y cuando volvimos me parecía que me moría. ¡Y era bajada!”.
Sobre si hubo obstáculos en aquella travesía, Maggi cuenta que “hubo un montón”, destacando “el agua y los militares armados”. Aunque para ellos “era un honor verme pedalear en esa bicicleta”. Y agrega: “La comida era horrible, pero mi hermano me dio polenta y también llevamos tutuca. La montaña tiene un frío insoportable. Pero también sufrís el calor, la lluvia, el viento y mi polio que me dejó sucuelas terribles”.
“Nunca pedaleé sólo con las manos solo”, concluye. “Lo hice con mis padres, hermanos, amigos, hijos y esposa. ¿Les parece poco?”.
De poco no tiene nada.
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