Su don de gentes no es la novedad.
Cuando hace algunos meses, por allá de 2014, fue adscrito a la Escuela Primaria General pública en San Martín Mexicapam, en Oaxaca, el profesor Octavio Estrada Martínez pronto se dio a conocer entre los padres de familia.
Cuentan que este maestro sí es uno de los buenos. Cuando dio clases ahí no hizo distinción de personas, y a pesar de que esa escuela estaba controlada por un líder, lo enfrentó y le dejó bien claro que, solo él, el maestro Octavio, era quien mandaba en su escuela.
No le duraría mucho el gusto.
Los padres de familia lo veían con simpatía, pero en estas historias solo los malos duran. Así que aunque la gente lo quería y los niños ni se diga, el líder se encargó de sacarlo porque no convenía a sus intereses.
Se fue. Lo cambiaron a la primaria Leona Vicario. No lo olvidan en la colonia Jacarandas. "Neta, ayudó a mucha gente aquí", asegura Romeo Luna Zurita. "Y si digo que la burra es parda es porque traigo los pelos en la mano".
Este 17 de mayo de 2016 está afuera del plantel, cerrado por sus compañeros, sin más herramientas que sus manos, su voz y sus conocimientos. Los niños le escuchan.
Pronto capta la atención no únicamente de los alumnos; esta clase irá mucho más allá. Los medios de comunicación, los funcionarios que ya llegan a felicitarlo; las entrevistas...
La fama y las denostaciones.
El mundo se le viene encima a la misma velocidad que un piano en caída libre.
Octavio Estrada hoy se transforma en un símbolo de la antidisidencia.
Es el rebelde. El profesor que desafió a los profesores. El bien y el mal del magisterio.
Así, sin aulas, y mientras sus compañeros ejecutan un paro nacional, Octavio Estrada inicia la clase de sexto.
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