CIUDAD DE MÉXICO.- Hay quienes dicen que el arte siempre encuentra la forma de nacer, y que utiliza a los artistas como el medio para hacerlo, incluso en las formas más extrañas.
A Sam, quien se hace llamar AmsterSam, el arte lo encontró cuando tomó la forma de un charco y desde entonces el fotógrafo se volvió adicto a los reflejos y en un buscador constante de espejos, charcos, vitrinas y letreros.
Pocos se imaginarían que el multipremiado fotógrafo pasó más de diez años de su vida en una oficina, con un trabajo y vida promedio como cualquier holandés, y con una rutina abrumadora; al menos para un artista de este calibre.
Sam es amante de Amsterdam, de su gente, de sus canales y arquitectura pero sobretodo de sus reflejos.
Cuando era niño, mi abuela solía tener una cámara Polaroid y desde la primera vez que la vi tomar una foto, y la vi agitarla para acelerar el proceso de revelado, me enganché
AmsterSam
AmsterSam tiene 43 años y jamás utiliza Photoshop, incluso le tiene cierta repulsión, piensa que le quita el toque mágico a su trabajo. Vivió el surgimiento de las cámaras digitales a una edad de búsqueda en su desarrollo artístico, y le sirvió para ser más meticuloso con su trabajo.
“Tenías que pensarlo muy bien antes de tomar una foto”, confesó; sin embargo, le encantó que entrara la tecnología digital al mercado.
Cuando las cámaras llegaron a los teléfonos celulares, Sam era un fotógrafo amateur, pero gracias a este nuevo gadget, descubrió una característica de la fotografía que le daría el éxito.
“Un día de lluvia en el 2006, salí de mi casa y me di cuenta de que los bonitos edificios del otro lado de la calle se reflejaban en un charco gigante, saqué mi teléfono móvil y tomé mi primera foto de reflejos limpios, sin saber que en ese momento comenzaba toda una serie de sucesos en movimiento que cambiarían mi vida para siempre. Subí la foto a mi cuenta de Flickr, que había creado poco tiempo antes, y ahí comenzó la atención de la gente. Este fue el momento en que nació mi alter ego, AmsterSam the wicked Reflectah; un nuevo mundo se abrió para mí, desde entonces paso cada momento en busca de manchas de humedad, charcos, espejos y ventanas que reflejen momentos que pueda capturar, que reflejen la vida”.
Mientras AmsterSam se hacía de fama, los problemas económicos en Europa empeoraban y su trabajo de oficina se volvía cada vez más estresante, tanto que entró en una profunda crisis existencial; las crisis, la insoportable presión laboral y otros factores, hicieron que perdiera su trabajo, en el que había estado casi una tercer parte de su vida.
“No podía imaginar otro tipo de vida para mí, ese trabajo era todo lo que conocía en mi vida adulta. Perder ese trabajo me parecía tan fuerte como perder un miembro de mi familia”.
Su amor por los reflejos y la foto lo mantuvieron a flote y al mismo tiempo lo fueron atrapando hasta convertirse en el gran fotógrafo que es hoy, de una calidad artística inigualable.
“He conocido a cientos de personas que aprecian mi trabajo, tanto que se llevaron a su casa mis fotos. Alrededor del planeta, la difusión de mi trabajo ha llegado a lugares que nunca había escuchado antes, una experiencia muy satisfactoria y ‘cool’.
También he empezado a trabajar con tiendas y galerías a nivel internacional y me llena de emoción pensar que mis fotos puedan estar en la sala de una casa en cualquier parte del mundo“.
La historia de Sam hace pensar que tal vez nuestros trabajos cotidianos sean trampolines para alcanzar la verdadera realización profesional.
Pero si logras combinar lo que más amas con tu trabajo diario y al final del día, sientes miedo de dar un paso más allá para cambiar tu vida o temor al fracaso, tal vez sólo debas tomar la decisión de arriesgarte, pues si Sam lo logró, es posible que tú también lo hagas.
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